Nací un primero de septiembre de 1973 en el hospital de maternidad Nuestra Señora de la Altagracia. Pese 9¾ con 21 de largo. La hora exacta no está registrada pero dice mi madre que la entraron al quirófano a las 9am y ya a la 10am había dado a luz, con cesárea. Cuando mi mamá salió embarazada, vivía en la calle Salcedo #57; esquina Abreu, parte atrás, en San Carlos. Dice que habían dos viviendas: la de ella y la de doña Florinda; la mamá de Alberto Támares, según mi mamá, un locutor y narrador de Lucha Libre en los tiempos de Jack Veneno (inmediatamente asocio ese nombre con el Forty Malt, que de niña tanto me gustaba). En la Abreu también vivía la mamá del Zafiro, a quien mi madre le alquilaba libros, por dos centavos cada uno; entre ellos la pequeña Lulú, Archie y también las novelas de amor de Corín Tellado. A diario mi mamá arrendaba tres paquitos y una novela. El Zafiro, para ese entonces, tenía alrededor de 12 años. Él se hizo bien amiguito de mi mamá y me tomó mucho cariño. Me cuenta mi madre que cuando nací ella pensó que iba a tener bastante pelo porque durante el embarazo le daban muchos hervores. Ella se sorprendió al ver a una caco pelado. Además, también tenía una narizota. Esto la desconcertó ya que mantenía las esperanzas de que mis rasgos físicos fueran parecidos a los de ella, disque, para adelantar la raza. Me comenta que todas las noches me sobaba la nariz con cebo de Flandes; método que aprendió de su abuela. ¿Quién sabe si fue debido a esa sobadera que toda mi vida he respirado con dificultad? Para colmo, mi hermano, ya yo más grandecita, jugaba conmigo tapándome la cara con una almohada para aguantarme la respiración. Esto me desesperaba ya que pensaba que iba a morir de asfixia. Recordar esas imágenes todavía me causa terror. Mi mamá me tapaba las fosas nasales para afinarme la nariz. Lo de mi hermano, en cambio, eran travesuras de niño, aunque debo admitir que él era bien maldadoso y gozaba cuando me veía sufrir. ¡Pobre hermano mío, donde quiera que estés deseo que descanses en paz! Para esa época mi papá trabajaba en Casen; una fábrica de ropa interior y telas. Dicha fábrica primero estaba en la calle José Martí y luego la trasladaron para Herrera. Ellos se conocieron en 1970. Mi mamá llevaba un año divorciada y tenía a mi hermano, ya con un año de edad. Cuando mi madre se divorció de su primer esposo, quien fuese trombonista de Juan Luis Guerra, ella retornó a la casa de sus abuelos paterno, en donde ella se crio desde que era una bebe. Esa casa estaba en la calle Caracas #58 frente a la escuela Julia Molina (actualmente escuela Republica del Uruguay) en el sector de Villa Francisca. A pocas cuadras vivía mi papá en un patio en la Barahona #73; con esquina Juana Saltitopa. Como olvidar ese patio, con su zanja estrecha y hedor a cloaca cuando no lo limpiaban apropiadamente. Es increíble que ya después de adulta y viviendo en Nueva York fue que supe quién era Juana: la generala que luchó junto a los Padres de la Patria durante la Restauración de Independencia en 1844.
Por:
Yini Rodríguez
Todos los derechos reservados
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