lunes, 13 de marzo de 2017

Un trato político

La última vez que nos vimos comentó que estaba al tanto de mi crecimiento profesional y de todos mis proyectos culturales. Quedé impresionada porque él tiene un cargo político muy importante. No pensé que alguien a ese nivel se detuviera a mirar los posting en fb, menos los míos. Lo conocí hace 15 años en un juego de baloncesto en Hostos Community College, de donde soy ex-alumna. Era una beneficencia para una causa noble. ¡Qué varonil y cuánto carisma! Yo suspiraba y observaba a ese machazo, mientras él se desplazaba de un lado a otro. 

Siempre me ha gustado cooperar. Si bien, desde que comencé a estudiar, me fui involucrando en diferentes ámbitos, con el propósito estratégico de conocer la cultura de esta ciudad, en especial la del bello Bronx. Soy una persona calculadora pero de buena fe. Siempre lo he sido, incluso en el pasado cuando no me comportaba con rectitud. Pues bien, en Hostos conozco a ese hombre, cuya presencia aún me pone nerviosa y hace que revoloteen las mariposas en mi estómago. Él lo sabe. En esa época, era una chica sin escrúpulos. Él es un hombre casado y aun así me le insinué. La segunda vez que lo vi fue en una gala. Cuando pude hablarle, fue para invitarlo al after party. Qué estúpida soy, pensé. Sin embargo, ya era tarde para retractarme. Estaba que me derretía al verlo frente a mí, con esa sonrisa sexy y mirada penetrante. Ese hombre lucía hermoso, con un suit azul oscuro hecho a su medida y una fragancia riquísima. Me perdí en su aroma, que llegaba a mí como una limosna. Como era de esperar, no aceptó la invitación.

Qué hombre más recto y fiel a su esposa quedé pensando yo con admiración y vergüenza por mi comportamiento tan depravado, después de unos tragos. Tras ese encuentro, dejé de pensar en él. Un día, dejándome llevar por mis impulsos, llamé a su oficina y, para mi suerte, la secretaria le pasó la llamada. Le dije que me interesaba hacer servicio comunitario. Con mucha diplomacia dijo que no era prudente, ya que sabía de mis intenciones hacia él, y trabajar en su oficina iba a ser una tentación porque él era un hombre. ¡Qué metida de pata! Jamás lo volví a molestar pero siempre soñaba con él. El deseo se fue desvaneciendo con el tiempo. Durante mucho tiempo imaginé que iba a verlo a su oficina para hablarle de un proyecto comunitario y que antes de irme me acercaba a su escritorio, me sentaba en sus piernas, y lo besaba intensamente. ¡Qué tortura pensar en esos labios que nunca serían míos! 

Siento un poco de vergüenza al hablar de estas cosas pero por qué tapar mi conducta del pasado si lo importante es que ya me he reivindicado y ahora soy una persona transparente. Antes vivía sin valores. Por eso no me gusta escribir porque cuando lo hago se me va la lengua y escupo hasta la hiel. Escribir es una manera de auto analizarme y ver cómo he ido transformando mi vida para bien. En mi pasado hay muchas historias que si alguien las lee pensaría que son mentiras. Un eslabón lleva al otro y así estamos todos conectados de una manera u otra y hay que saber cómo comportarse. Estas cosas las he ido aprendido con los años.

Jamás revelaré su nombre. Y quién sabe si este texto no pasa a ser más que una historia inventada para desahogar una frustración como le ha sucedido a muchas de nosotras. 


Por: Yini Rodríguez
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