Paredes cuarteadas
división de clases que van
del pobretón al burgués
arrogante, el artista baila
en una cuerda floja
consigue el estrellato
si es de su mismo entorno
la gente lo resiente
y lo vanagloria cuando
lo ve inalcanzable
Filtración y moho
escorias que
cada cuatro años
con discursos baratos
se renuevan
luz y sonido
a mansalva secuestrados
todo es sombra
y silencio en la cueva.
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Gotas en medio de las dos. Las evadimos
sutilmente. Tú, dándome la espalda con tu suéter encaramado hasta los hombros.
Yo, rascando tu espalda. El cepillo se mueve perpendicularmente provocando en
ti una sensación que describes como «¡una vaina jevi!». Imágenes que llevaremos
hasta la tumba...
Te veo feliz cosechando tus frutos. Orgullosa
sirves la cena: plátanos, guineítos y yuca, sacados de tu siembra. Acompañados
con salami y cebolla frita, que compraste en un colmado, a la intemperie. No
hay luz, nevera ni televisión. Con la lámpara alumbras el cuartito. Arreglas la
cama y pones el mosquitero.
Mateo sopla con una fuerza vigorosa, mientras
una lluvia incesante inunda pueblos y ciudades del tercer mundo. Disfruto las
gotas que golpean el techo de zinc, de tu casita de madera. A la misma vez
siento un gran miedo de que ésta vuele en mil pedazos. Me acuerdo de David
y me acurruco temblando en la cama. Me espanto al ver una tarántula. Quiero
concentrarme en la lectura pero las voces de gente chismeando distraen mi
atención. Es mi madre, su coro de amigos. Yo soy chismosa sólo cuando escribo
para contar vivencias.
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Salomé, poeta nacional y gran humanista, tus
poemas patrióticos hacen eco en mi conciencia. También están tus poemas de
mujer apasionada, sufrida y traicionada; esos sacuden mis emociones empañando
mi alma. Que mi nombre aparezca en el programa de la XIX Feria Internacional
del Libro Santo Domingo 2016 me llena de orgullo porque ha sido dedicada a ti,
a quien tanto admiro.
¿Cómo llegué ahí? Por una cuña como sucede en
muchos casos. Supongo que en la feria había otros colados igual que yo. ¿Cuáles
son los criterios para que a un escritor lo inviten a participar y a otros no?
Eso lo comentó una amiga, y ahora lo cuestionó yo, simplemente por curiosidad.
Mi piel se ruboriza cuando me llaman
poeta. No sé adornar la rabia, el dolor, la frustración, la fantasía o el
delirio. Quisiera usar palabras que provoquen imágenes o sentimientos en otros
lectores, en donde la idea no es decir sino sugerir tal como decía José
Asunción Silva. Yo no soy poeta, aunque sí es cierto que sufro, igual o
más que ellos. Hace más de tres lustros soñaba con ser escritora. Hoy
sueño otras cosas para calmar el fuego que devora mi pecho y me empuja a ir por
más. Pienso en Salomé, la mujer tísica, tendida en su cama, sin embargo, tuvo
valentía y coraje para enaltecer su patria, no sólo con palabras poéticas, sino
también con hechos. Ella luchó hasta el último día de su muerte, forjando
hombres de bien.
En este viaje a Santo Domingo, en donde
participé en el programa de la XIX FILRD2016, quería crear hermosas
experiencias. Antes de estar ahí ya me imaginaba caminando por la Plaza de la
Cultura; comprando libros y visitando pabellones a ver a algunos conferencistas
y escritores que llamaron mi atención cuando vi sus nombres en el programa. No
hice ninguna de esas cosas. El tiempo se esfumó y así mismo se desvaneció mi
interés. Tal vez en el fondo la inseguridad de sentirme extraña en un ambiente
al cual no pertenezco. ¿En dónde encajo yo? A esa pregunta trato de encontrarle
una repuesta, siempre en vano.
Antes de la primera actividad, fui a cenar a
Maniquí, una suculenta Ensalada César con pollo y dos pequeñas Presidente Black,
vestiditas de novia. En el camino encontré a mi amigo Ramón Saba, y nos dimos
un efusivo abrazo. En mi presentación, la lectura fluyó porque yo estaba
relajada. Sin poses ni pretensiones. Hubo un diálogo interesante con algunos
jóvenes, especialmente con Andri Alba, una joven enamorada de la poesía y a
quien tengo de amiga en FB hace ya un tiempo. Regalé mi libro. Ojala que lo
lean y se animen a escribir porque la escritura no tiene ciencia. Además,
cuando uno escribe, aliviana las penas del alma.
No sé decir si la segunda actividad fue más
gratificante, pero ahí pude compartir con personas que ya forman parte de mi
universo, entre ellos mi gran amigo Juan Freddy Armando (Gracias por presentar
mi libro), Susana Silfa, Marivell Contreras, Franklin Gutiérrez, Carlos Nina
Gómez, y mi amigo incondicional Nobel Alfonso, un maestro que aprendió de otros
maestros, como es el caso de él con René del Risco y Bermúdez. Es como si
hubiese un hilo conductor que va hilvanando muchas historias en un conglomerado
asfixiante y desordenado. Lástima que no pude coincidir con dos nuevos amigos,
a los cuales no conozco en persona pero ya los aprecio: Francisco Suero y
Rafael Román Feliz.
Para mí es importante darle cariño a los míos.
Por eso siempre saco un espacio para visitar a mi tía Flor, en cuya casa comí
bofe, masa de cangrejo y tostones (¡diosito, qué rico es comer!). También
compartí con grandes amigos en diferentes momentos. Saboreé un rico desayuno y
un suculento almuerzo en casa de Nobel Alfonso y su esposa Sandra Pons (que
preparó Silvia); tomé una copa de vino Malbec en la Casa-Museo de Freddie
Cabral y su compañera Elena; un buen mofongo con carnita de cerdo en Adrian
Tropical en compañía de Rafael Johnson y su esposa Rina. Conversaciones
enriquecedoras de viajes, proyectos, sucesos y muchos otros temas.
Fui al Blue Mall a reunirme con mi nuevo amigo
el Dr. Daniel Beltré López en el café SBG. Cierro mis ojos y saboreo el sumo de
piña y menta que tomé en ese lugar. Sostuvimos varias conversaciones y con cada
tema mi cerebro se iluminaba. Imaginaba los proyectos que pienso llevar a cabo.
Un sólo paso a la vez pero que, con el transcurrir del tiempo, se note la
diferencia. Es como plantar un árbol y rociarlo por muchos años hasta verlo
crecer frondoso y saludable.
Otro encuentro muy chulo fue el que sostuve
con mis amigas Martha Isabel Rivera-Garrido y Cosette Bonnelly, directora del
Nuevo Diario. Entre vino, cigarrillos, hamburguesas y yuca mash, leímos dos
poemas; uno de Neruda y el otro de García Lorca: “El tango del viudo” y “Odas
a Walt Whitman”. Me fascina escuchar a Martha leer poemas. A ella le gustó como
yo leo y eso me hizo sentir bien porque somos down to earth para
apreciar las cualidades que tienen los demás. Reímos a carcajadas y también
lloramos internamente, a todo pulmón. Al despedirnos quedamos con la esperanza
de que haya otra ocasión para darnos un abrazo cálido y fraternal, como hacemos
cada vez que nos vemos.
Por último, y lo más importante, fue que
compartí con mi madre y mi abuela. Mujeres duras como el roble, que luchan y
afanan constantemente. Ahora están nuevamente disfrutando la vida del campo
como cuando eran muchachitas. Con ellas aprendo que en realidad no hay que ser
el más rico ni el más educado para llevar una vida cómoda en donde cuidemos la
naturaleza y nos alimentemos de sus frutos.
Volví a pensar en Salomé cuando pasé por el
Instituto de Señoritas, en la Zona Colonial. Esta vez sentí algo muy especial.
Imaginé su energía penetrando mis poros hasta llegar directo al corazón como un
disparo bien intencionado. Me hubiese encantado vivir en su época y frecuentar
los mismos espacios que ella recorrió.
En el Nombre de Salomé, como el título de la novela
de Julia Alvarez, juro poner empeño para lograr mis objetivos con tal de apoyar
y abogar por aquellos menos favorecidos pero con fervientes deseos de
superación. Cuando se proveen las herramientas, el ser humano crece
espiritualmente como ha sido mi caso. Yo rehúso a ser una víctima de las
circunstancias porque a pesar de las preocupaciones constantes soy una mujer
que desafía el miedo, siempre en comunión con el universo y viviendo con
extrema humildad.
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La muerte aparece constantemente y uno queda
aturdido pensando, ¿quién será el próximo? Esta vez fue mi tía Calina Mateo de
Reyes. Cuando mi papá se enteró de la noticia, lamentó muchísimo su muerte y
dijo con tristeza: «Tanta leche que compró mi tía para ti cuando eras una
niña». Aun así se olvidó de ella, como hicieron otros miembros de la familia,
incluyéndome a mí. Siempre la recordaré, al igual que a mi tía Eduviges y mi
bisabuela Martina, quienes ya hace tiempo pasaron a mejor vida... En mis
numerosos viajes nunca busqué la manera de compartir con ella y esa es una
espina que permanecerá clavada en mi alma.
Qué lindo culto se llevó a cabo en su nombre
el domingo dos de octubre de este año. Este hecho me tomó desprevenida porque,
según yo recuerdo, mi tía Calina era católica pero en su casa tenía un altar en
donde recibía a sus amistades para leerles la taza o el tarot. No sé si sentir
pena o alegría ya que la familia sólo se reúne bajo estas circunstancias, es
decir cuando alguien muere. Lo que me agrada y engrandece mi corazón es el
cariño que nos profesamos, sin importar el tiempo que tengamos sin vernos
Por: Yini Rodríguez
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