Después de
un torrente de pensamientos, me tranquilizo. Duermo como una bebe en posición fetal.
Despierto a la hora acordada, sin ningún problema. Cuelo café. Cepillo mis dientes.
Luego, me siento en el inodoro con cafecito y cigarrillo en mano. Después, una
ducha. El agua tibia relaja mis músculos
para que la energía fluya por todo mi cuerpo. Cuando estoy lista para ir al
supermercado, despierto a mi roommate.
Ella, con ojos cansados y suplicantes, me dice que quiere dormir una hora más.
— ¡Vamos, no te olvides que hoy es el gran día; si no nos damos prisa llegaran
los invitados y no tendremos la comida lista! — le comento para que se levante
de la cama.
Los colores
de las verduras nos colman de alegría La cocina se llena de aromas exquisitos y
parecemos como si fuésemos Tita y Nacha en su labor de cocineras. Cada quien sabe
lo que hace. Nuestros movimientos, en
ese espacio tan reducido, son bien orgánicos. En el horno, los quiches se doran.
La pasta al dente lista para echarle la salsa. Ensaladas. Frutas. Salchichas.
Patatas condimentadas. ¡Que combinación gastronómica!
No era una
fiesta, ni un baile, ni una rumba, pero tampoco una parranda. Entre el desayuno
y el almuerzo se encuentra el brunch,
que es más bien una combinación de los dos. La gastronomía nos une. Es como
tener un orgasmo mágico vía oral. Es una delicia degustar alimentos cocinados
con ternura y amor. Tomamos mimosa. Risas. Carcajadas. Variedad de temas. Desde
el Kobe hasta las nanies que cuidan
niños de familias pudientes en la ciudad de Nueva York.
Un tema de
mucho interés fue sobre el rol de la mujer en la sociedad y cómo éstas les han
servido a los hombres como si fuesen sus sirvientas. Aún en el siglo XXI es
difícil desprenderse de esa tradición tan machista y patriarcal. Es tan así que
cuando llegó una pareja de amigos gay inmediatamente yo fui a servirle la
comida. Sin embargo, a las chicas
presentes, solamente les pasé sus platos para que ellas mismas se sirvieran sus
alimentos.
A la hora
de hablar se puede decir tantas cosas, sin embargo, son nuestras acciones las
que hablan por sí solas. Desafortunadamente, muchos de nuestros comportamientos
están acondicionados por varias generaciones. Para cambiar esos patrones hay
que prestar mucha atención y crear una consciencia del ser.
Quiero que, en el próximo Brunch, sean los hombres, quienes
me sirvan a mí.
Por: Yini
Rodríguez
Todos los derechos reservados