miércoles, 13 de diciembre de 2017

Desde mi ventana


Pensándolo bien, en verdad se ha dado una de las cosas que soñaba a menudo: vivir entre artistas y escritores para, cuando en un futuro lejano escribiesen sobre ellos, figurar en esas páginas. Les cuento que imaginaba eso cuando en mis clases de literatura leía algún ensayo o biografía sobre Borges, Neruda, Vallejo, Cortázar, García-Márquez, me intrigaba todo aquello que refería el ambiente de cada uno, en sus distintas épocas, y también de la gente que los rodeaba y cómo cada cual tenía referencia de los otros, aunque no se conocieran entre sí. Ya estoy convencida de que cada uno teje su historia y cada hilván lo lleva por distintos senderos. Al final, todos convergen.

Frente a la ventana de mi habitación, con vistas al Tracy Tower, fumo un cigarrillo, con mi querido amigo y mentor, Nobel Alfonso; él, al escuchar mis peroratas, dice: “Cuidado con el ego; no dejes que éste se salga de control”. Jamás, me apuro en contestar. Pero en el fondo, sé que él tiene la razón. Estoy más que convencida de que, con o sin noción, la mar de las veces hacemos cosas para alimentar el ego.

Hay que vivir una vida consciente para estar atento y hacer cambios o ajustes, para encontrar balance. Cuando comencé a escribir estas palabras, tenía planeado referir mi encuentro con Nobel durante su reciente visita. Vino a Nueva York para el nacimiento de su nieto Zahi Iam (hijo de su primogénita Ioana Alfonso). Es fascinante ver cómo Nobel escribe cartas para que su quinto nieto las abra en años previamente determinados por él.
Nobel insiste en que debo escribir y dejarme de estar haciendo pajas mentales, como diría mi gran amigo el historiador Ramón Espínola. Últimamente casi no escribo, aunque sí leo mucho. ¡Amo la lectura! Sin embargo, en medio de tanto afán, es poco el tiempo para leer. Mas, sí visualizo, en seis años aproximadamente, dándole un cambio a mi vida, porque es algo que vengo proyectando desde hace un tiempo atrás, tengo planeado escribir sin trabas.

El punto es que, para sentir que estoy cuerda ―aunque en el fondo sé que no lo estoy― necesito ver realizadas las cosas que proyecto; de lo contrario, sólo existen en mi mente. Sí aun ando por aquí, para esas fechas, celebraré mis cincuenta años en Casa de Campo, con 50 amigos; los más queridos y cercanos…

Anyway, volviendo al tema de la escritura, me cuenta Nobel lo disciplinado que era René Del Risco Bermúdez y cómo éste tenía un día específico de la semana, en donde cerraba la puerta de su despacho, para escribir a sus anchas, sin que nadie lo jodiera. También me contó del trágico accidente donde René perdió la vida. (Waooo, muy triste! Me hubiese gustado conocerlo, por todas las cosas que cuenta Nobel, especialmente de lo mucho que aprendió con él. Ahora siento curiosidad por leer su clásico “Ahora que vuelvo, Ton”, para así conocer al autor y a quien fuese amigo de mi amigo). Gracias a Nobel, también conozco al destacado escritor dominicano radicado en Estados Unidos, a quien ahora llamo primo y lo quiero como tal: René Rodríguez Soriano. Cada vez que me pierdo, me da una reprimenda, “pero prima, depoldió”, pero no importa el tiempo que duremos sin conversar, el cariño es siempre el mismo o más. 

Precisamente hoy conversamos y dijo que le diera un fuerte abrazo a nuestro amigo Eduardo Lantigua cuando lo vaya a visitar. Un pensamiento pasa fugaz, en este mismo instante, por mi mente y lo tengo que escribir: “Coño Yini, tú tienes varios libros de Lantigua, qué carajo espera para leer sus obras”, y al pensar en esto se me encoge el corazón porque la salud de Eduardo últimamente ha desmejorado bastante. ¡Dios lo cuide y le dé larga vida! Muchas personas tocan nuestras vidas, sin que ellos se den cuenta, y en esta tómbola estamos todos conectados, ya sea por una razón u otra. 

Tengo amigos de todas partes y ya no pienso si son artistas, escritores, drogadictos, vagos o si son unos sinvergüenzas. Total, ¿qué es ser artista o escritor? Al final del día, no importan las etiquetas, sino más bien el calor humano y la buena energía que se reciba de la gente que genuinamente aprecia a uno, y de esas experiencias surgen historias que se escriben con el corazón y también con el alma. No importa si éstas trascienden o no; lo valioso es escribir, sin pretensiones y ¡sólo el tiempo dirá! 

Por: Yini Rodríguez
Todos los derechos reservados

lunes, 13 de marzo de 2017

Un trato político

La última vez que nos vimos comentó que estaba al tanto de mi crecimiento profesional y de todos mis proyectos culturales. Quedé impresionada porque él tiene un cargo político muy importante. No pensé que alguien a ese nivel se detuviera a mirar los posting en fb, menos los míos. Lo conocí hace 15 años en un juego de baloncesto en Hostos Community College, de donde soy ex-alumna. Era una beneficencia para una causa noble. ¡Qué varonil y cuánto carisma! Yo suspiraba y observaba a ese machazo, mientras él se desplazaba de un lado a otro. 

Siempre me ha gustado cooperar. Si bien, desde que comencé a estudiar, me fui involucrando en diferentes ámbitos, con el propósito estratégico de conocer la cultura de esta ciudad, en especial la del bello Bronx. Soy una persona calculadora pero de buena fe. Siempre lo he sido, incluso en el pasado cuando no me comportaba con rectitud. Pues bien, en Hostos conozco a ese hombre, cuya presencia aún me pone nerviosa y hace que revoloteen las mariposas en mi estómago. Él lo sabe. En esa época, era una chica sin escrúpulos. Él es un hombre casado y aun así me le insinué. La segunda vez que lo vi fue en una gala. Cuando pude hablarle, fue para invitarlo al after party. Qué estúpida soy, pensé. Sin embargo, ya era tarde para retractarme. Estaba que me derretía al verlo frente a mí, con esa sonrisa sexy y mirada penetrante. Ese hombre lucía hermoso, con un suit azul oscuro hecho a su medida y una fragancia riquísima. Me perdí en su aroma, que llegaba a mí como una limosna. Como era de esperar, no aceptó la invitación.

Qué hombre más recto y fiel a su esposa quedé pensando yo con admiración y vergüenza por mi comportamiento tan depravado, después de unos tragos. Tras ese encuentro, dejé de pensar en él. Un día, dejándome llevar por mis impulsos, llamé a su oficina y, para mi suerte, la secretaria le pasó la llamada. Le dije que me interesaba hacer servicio comunitario. Con mucha diplomacia dijo que no era prudente, ya que sabía de mis intenciones hacia él, y trabajar en su oficina iba a ser una tentación porque él era un hombre. ¡Qué metida de pata! Jamás lo volví a molestar pero siempre soñaba con él. El deseo se fue desvaneciendo con el tiempo. Durante mucho tiempo imaginé que iba a verlo a su oficina para hablarle de un proyecto comunitario y que antes de irme me acercaba a su escritorio, me sentaba en sus piernas, y lo besaba intensamente. ¡Qué tortura pensar en esos labios que nunca serían míos! 

Siento un poco de vergüenza al hablar de estas cosas pero por qué tapar mi conducta del pasado si lo importante es que ya me he reivindicado y ahora soy una persona transparente. Antes vivía sin valores. Por eso no me gusta escribir porque cuando lo hago se me va la lengua y escupo hasta la hiel. Escribir es una manera de auto analizarme y ver cómo he ido transformando mi vida para bien. En mi pasado hay muchas historias que si alguien las lee pensaría que son mentiras. Un eslabón lleva al otro y así estamos todos conectados de una manera u otra y hay que saber cómo comportarse. Estas cosas las he ido aprendido con los años.

Jamás revelaré su nombre. Y quién sabe si este texto no pasa a ser más que una historia inventada para desahogar una frustración como le ha sucedido a muchas de nosotras. 


Por: Yini Rodríguez
Todos los derechos reservados 

viernes, 13 de enero de 2017

Luna llena; un viernes 13 de enero

Pitos. Sombreros. Confeti. Algarabía. Fuegos artificiales. Y muchas felicitaciones para celebrar el nuevo año. Cuántas expectativas para ese día! Imaginé mi figura en un vestido azul, que llora en mi closet porque todavía no le he hecho el honor de estrenarlo; el pelo lacio, y un maquillaje a la perfección. Incluso, hasta me visualice bailando con algunos tragos en la cabeza. Quería que el fin de año fuera memorable. Y lo fue pero no como lo había imaginado. Mis tripas eran quienes estaban de fiesta y gracias a ellas el año nuevo me agarró pegada al toilet. Cólicos. Erupción en la piel. Y un cansancio inexplicable. Opté por quedarme en casa. Desconectada de las redes sociales.

No sé que pasa conmigo. Tengo muchísimas amistades y a muy pocas felicité esa noche. No es depresión pero últimamente me cuesta contestar mis emails, hablar por teléfono, postear algo en Instagram o Facebook. Sin embargo, con frecuencia entro a FB a chequear lo que sucede allá afuera. La noche de año nuevo, por ejemplo, vi imágenes de mi comadre en compañía de sus hermanas y también a mi amiga con el coro de primas. Reían. Bailaban. Selfies en todas las poses. Desee haber estado rumbeando con ellas pero recordé que ya no quiero ser esa "party animal" como dice mi amiga. Siento un cambio en mi vida. Estoy haciendo cosas que comencé a proyectar algunos años atrás. No son resoluciones de principio de año. Al contrario, estoy harta de las resoluciones porque es puro cuento que una se cree de incauta. Aunque sí se puede cuando hay determinación. En mi hay una introspección y una relación muy especial con mi cuerpo. No de manera erótica, aunque eso nunca falta, sino más bien de relajamiento y un estado meditativo.


Este viernes, 13 de enero auguro que en este año 2017 florecerán algunas semillas que he ido sembrando, para beneficio de la sociedad y así fortalecer nuestra cultura. No importa que me ausente; sé que están ahí y no van a ningún lado. Lo queramos o no ya formamos parte de este conglomerado y, de una manera u otra, estamos conectados. Qué voy construyendo? Construyo mi vida, entre recuerdos de melancolía y un futuro incierto lleno de fantasías. Y un presente que me llena de alegría porque estoy trabajando en mis sueños. Busco mi verdadero rumbo. Sin brújula, sin drogas, ni medicinas. Un cambio suave y sin hacer ruido, en donde mi ideología, crece día a a día. Un movimiento cultural, en el cual los artistas exhiben su arte para inspirar a niños y niñas, que carecen de educación y mentoría.