Pensándolo bien, en verdad se ha dado una de las cosas que soñaba a menudo: vivir entre artistas y escritores para, cuando en un futuro lejano escribiesen sobre ellos, figurar en esas páginas. Les cuento que imaginaba eso cuando en mis clases de literatura leía algún ensayo o biografía sobre Borges, Neruda, Vallejo, Cortázar, García-Márquez, me intrigaba todo aquello que refería el ambiente de cada uno, en sus distintas épocas, y también de la gente que los rodeaba y cómo cada cual tenía referencia de los otros, aunque no se conocieran entre sí. Ya estoy convencida de que cada uno teje su historia y cada hilván lo lleva por distintos senderos. Al final, todos convergen.
Frente a
la ventana de mi habitación, con vistas al Tracy Tower, fumo un cigarrillo, con
mi querido amigo y mentor, Nobel Alfonso; él, al escuchar mis peroratas, dice:
“Cuidado con el ego; no dejes que éste se salga de control”. Jamás, me apuro en
contestar. Pero en el fondo, sé que él tiene la razón. Estoy más que convencida
de que, con o sin noción, la mar de las veces hacemos cosas para alimentar el
ego.
Hay que
vivir una vida consciente para estar atento y hacer cambios o ajustes, para
encontrar balance. Cuando comencé a escribir estas palabras, tenía planeado
referir mi encuentro con Nobel durante su reciente visita. Vino a Nueva York
para el nacimiento de su nieto Zahi Iam (hijo de su primogénita Ioana Alfonso).
Es fascinante ver cómo Nobel escribe cartas para que su quinto nieto las abra
en años previamente determinados por él.
Nobel
insiste en que debo escribir y dejarme de estar haciendo pajas mentales, como
diría mi gran amigo el historiador Ramón Espínola. Últimamente casi no escribo,
aunque sí leo mucho. ¡Amo la lectura! Sin embargo, en medio de tanto afán, es
poco el tiempo para leer. Mas, sí visualizo, en seis años aproximadamente,
dándole un cambio a mi vida, porque es algo que vengo proyectando desde hace un
tiempo atrás, tengo planeado escribir sin trabas.
El punto
es que, para sentir que estoy cuerda ―aunque en el fondo sé que no lo estoy―
necesito ver realizadas las cosas que proyecto; de lo contrario, sólo existen
en mi mente. Sí aun ando por aquí, para esas fechas, celebraré mis cincuenta
años en Casa de Campo, con 50 amigos; los más queridos y cercanos…
Anyway,
volviendo al tema de la escritura, me cuenta Nobel lo disciplinado que era René
Del Risco Bermúdez y cómo éste tenía un día específico de la semana, en donde
cerraba la puerta de su despacho, para escribir a sus anchas, sin que nadie lo
jodiera. También me contó del trágico accidente donde René perdió la vida.
(Waooo, muy triste! Me hubiese gustado conocerlo, por todas las cosas que
cuenta Nobel, especialmente de lo mucho que aprendió con él. Ahora siento
curiosidad por leer su clásico “Ahora que vuelvo, Ton”, para así conocer al
autor y a quien fuese amigo de mi amigo). Gracias a Nobel, también conozco al
destacado escritor dominicano radicado en Estados Unidos, a quien ahora llamo
primo y lo quiero como tal: René Rodríguez Soriano. Cada vez que me pierdo, me
da una reprimenda, “pero prima, depoldió”, pero no importa el tiempo que
duremos sin conversar, el cariño es siempre el mismo o más.
Precisamente
hoy conversamos y dijo que le diera un fuerte abrazo a nuestro amigo Eduardo
Lantigua cuando lo vaya a visitar. Un pensamiento pasa fugaz, en este mismo instante,
por mi mente y lo tengo que escribir: “Coño Yini, tú tienes varios libros de
Lantigua, qué carajo espera para leer sus obras”, y al pensar en esto se me
encoge el corazón porque la salud de Eduardo últimamente ha desmejorado
bastante. ¡Dios lo cuide y le dé larga vida! Muchas personas tocan nuestras
vidas, sin que ellos se den cuenta, y en esta tómbola estamos todos conectados,
ya sea por una razón u otra.
Tengo amigos de todas partes y ya no pienso si son
artistas, escritores, drogadictos, vagos o si son unos sinvergüenzas. Total,
¿qué es ser artista o escritor? Al final del día, no importan las etiquetas,
sino más bien el calor humano y la buena energía que se reciba de la gente que
genuinamente aprecia a uno, y de esas experiencias surgen historias que se
escriben con el corazón y también con el alma. No importa si éstas trascienden
o no; lo valioso es escribir, sin pretensiones y ¡sólo el tiempo dirá!
Por: Yini Rodríguez
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