lunes, 10 de octubre de 2016

El mundo en que vivimos

Paredes cuarteadas 
división de clases que van
del pobretón al burgués
arrogante, el artista baila
en una cuerda floja 
consigue el estrellato

si es de su mismo entorno 
la gente lo resiente 
y lo vanagloria cuando
lo ve inalcanzable

Filtración y moho
escorias que  
cada cuatro años
con discursos baratos
se renuevan

luz y sonido
a mansalva secuestrados
todo es sombra
y silencio en la cueva.

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Gotas en medio de las dos. Las evadimos sutilmente. Tú, dándome la espalda con tu suéter encaramado hasta los hombros. Yo, rascando tu espalda. El cepillo se mueve perpendicularmente provocando en ti una sensación que describes como «¡una vaina jevi!». Imágenes que llevaremos hasta la tumba...

Te veo feliz cosechando tus frutos. Orgullosa sirves la cena: plátanos, guineítos y yuca, sacados de tu siembra. Acompañados con salami y cebolla frita, que compraste en un colmado, a la intemperie. No hay luz, nevera ni televisión. Con la lámpara alumbras el cuartito. Arreglas la cama y pones el mosquitero.

Mateo sopla con una fuerza vigorosa, mientras una lluvia incesante inunda pueblos y ciudades del tercer mundo. Disfruto las gotas que golpean el techo de zinc, de tu casita de madera. A la misma vez siento un gran miedo de que ésta vuele en mil pedazos. Me acuerdo de David y me acurruco temblando en la cama. Me espanto al ver una tarántula. Quiero concentrarme en la lectura pero las voces de gente chismeando distraen mi atención. Es mi madre, su coro de amigos. Yo soy chismosa sólo cuando escribo para contar vivencias.

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Salomé, poeta nacional y gran humanista, tus poemas patrióticos hacen eco en mi conciencia. También están tus poemas de mujer apasionada, sufrida y traicionada; esos sacuden mis emociones empañando mi alma. Que mi nombre aparezca en el programa de la XIX Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2016 me llena de orgullo porque ha sido dedicada a ti, a quien tanto admiro.

¿Cómo llegué ahí? Por una cuña como sucede en muchos casos. Supongo que en la feria había otros colados igual que yo. ¿Cuáles son los criterios para que a un escritor lo inviten a participar y a otros no? Eso lo comentó una amiga, y ahora lo cuestionó yo, simplemente por curiosidad. 

Mi piel se ruboriza cuando me llaman poeta. No sé adornar la rabia, el dolor, la frustración, la fantasía o el delirio. Quisiera usar palabras que provoquen imágenes o sentimientos en otros lectores, en donde la idea no es decir sino sugerir tal como decía José Asunción Silva. Yo no soy poeta, aunque sí es cierto que sufro, igual o más que ellos. Hace más de tres lustros soñaba con ser escritora. Hoy sueño otras cosas para calmar el fuego que devora mi pecho y me empuja a ir por más. Pienso en Salomé, la mujer tísica, tendida en su cama, sin embargo, tuvo valentía y coraje para enaltecer su patria, no sólo con palabras poéticas, sino también con hechos. Ella luchó hasta el último día de su muerte, forjando hombres de bien.

En este viaje a Santo Domingo, en donde participé en el programa de la XIX FILRD2016, quería crear hermosas experiencias. Antes de estar ahí ya me imaginaba caminando por la Plaza de la Cultura; comprando libros y visitando pabellones a ver a algunos conferencistas y escritores que llamaron mi atención cuando vi sus nombres en el programa. No hice ninguna de esas cosas. El tiempo se esfumó y así mismo se desvaneció mi interés. Tal vez en el fondo la inseguridad de sentirme extraña en un ambiente al cual no pertenezco. ¿En dónde encajo yo? A esa pregunta trato de encontrarle una repuesta, siempre en vano.

Antes de la primera actividad, fui a cenar a Maniquí, una suculenta Ensalada César con pollo y dos pequeñas Presidente Black, vestiditas de novia. En el camino encontré a mi amigo Ramón Saba, y nos dimos un efusivo abrazo. En mi presentación, la lectura fluyó porque yo estaba relajada. Sin poses ni pretensiones. Hubo un diálogo interesante con algunos jóvenes, especialmente con Andri Alba, una joven enamorada de la poesía y a quien tengo de amiga en FB hace ya un tiempo. Regalé mi libro. Ojala que lo lean y se animen a escribir porque la escritura no tiene ciencia. Además, cuando uno escribe, aliviana las penas del alma. 

No sé decir si la segunda actividad fue más gratificante, pero ahí pude compartir con personas que ya forman parte de mi universo, entre ellos mi gran amigo Juan Freddy Armando (Gracias por presentar mi libro), Susana Silfa, Marivell Contreras, Franklin Gutiérrez, Carlos Nina Gómez, y mi amigo incondicional Nobel Alfonso, un maestro que aprendió de otros maestros, como es el caso de él con René del Risco y Bermúdez. Es como si hubiese un hilo conductor que va hilvanando muchas historias en un conglomerado asfixiante y desordenado. Lástima que no pude coincidir con dos nuevos amigos, a los cuales no conozco en persona pero ya los aprecio: Francisco Suero y Rafael Román Feliz. 

Para mí es importante darle cariño a los míos. Por eso siempre saco un espacio para visitar a mi tía Flor, en cuya casa comí bofe, masa de cangrejo y tostones (¡diosito, qué rico es comer!). También compartí con grandes amigos en diferentes momentos. Saboreé un rico desayuno y un suculento almuerzo en casa de Nobel Alfonso y su esposa Sandra Pons (que preparó Silvia); tomé una copa de vino Malbec en la Casa-Museo de Freddie Cabral y su compañera Elena; un buen mofongo con carnita de cerdo en Adrian Tropical en compañía de Rafael Johnson y su esposa Rina. Conversaciones enriquecedoras de viajes, proyectos, sucesos y muchos otros temas. 

Fui al Blue Mall a reunirme con mi nuevo amigo el Dr. Daniel Beltré López en el café SBG. Cierro mis ojos y saboreo el sumo de piña y menta que tomé en ese lugar. Sostuvimos varias conversaciones y con cada tema mi cerebro se iluminaba. Imaginaba los proyectos que pienso llevar a cabo. Un sólo paso a la vez pero que, con el transcurrir del tiempo, se note la diferencia. Es como plantar un árbol y rociarlo por muchos años hasta verlo crecer frondoso y saludable.  

Otro encuentro muy chulo fue el que sostuve con mis amigas Martha Isabel Rivera-Garrido y Cosette Bonnelly, directora del Nuevo Diario. Entre vino, cigarrillos, hamburguesas y yuca mash, leímos dos poemas; uno de Neruda y el otro de García Lorca: “El tango del viudo” y “Odas a Walt Whitman”. Me fascina escuchar a Martha leer poemas. A ella le gustó como yo leo y eso me hizo sentir bien porque somos down to earth para apreciar las cualidades que tienen los demás. Reímos a carcajadas y también lloramos internamente, a todo pulmón. Al despedirnos quedamos con la esperanza de que haya otra ocasión para darnos un abrazo cálido y fraternal, como hacemos cada vez que nos vemos. 

Por último, y lo más importante, fue que compartí con mi madre y mi abuela. Mujeres duras como el roble, que luchan y afanan constantemente. Ahora están nuevamente disfrutando la vida del campo como cuando eran muchachitas. Con ellas aprendo que en realidad no hay que ser el más rico ni el más educado para llevar una vida cómoda en donde cuidemos la naturaleza y nos alimentemos de sus frutos. 

Volví a pensar en Salomé cuando pasé por el Instituto de Señoritas, en la Zona Colonial. Esta vez sentí algo muy especial. Imaginé su energía penetrando mis poros hasta llegar directo al corazón como un disparo bien intencionado. Me hubiese encantado vivir en su época y frecuentar los mismos espacios que ella recorrió.

En el Nombre de Salomé, como el título de la novela de Julia Alvarez, juro poner empeño para lograr mis objetivos con tal de apoyar y abogar por aquellos menos favorecidos pero con fervientes deseos de superación. Cuando se proveen las herramientas, el ser humano crece espiritualmente como ha sido mi caso. Yo rehúso a ser una víctima de las circunstancias porque a pesar de las preocupaciones constantes soy una mujer que desafía el miedo, siempre en comunión con el universo y viviendo con extrema humildad. 

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La muerte aparece constantemente y uno queda aturdido pensando, ¿quién será el próximo? Esta vez fue mi tía Calina Mateo de Reyes. Cuando mi papá se enteró de la noticia, lamentó muchísimo su muerte y dijo con tristeza: «Tanta leche que compró mi tía para ti cuando eras una niña». Aun así se olvidó de ella, como hicieron otros miembros de la familia, incluyéndome a mí. Siempre la recordaré, al igual que a mi tía Eduviges y mi bisabuela Martina, quienes ya hace tiempo pasaron a mejor vida... En mis numerosos viajes nunca busqué la manera de compartir con ella y esa es una espina que permanecerá clavada en mi alma.

Qué lindo culto se llevó a cabo en su nombre el domingo dos de octubre de este año. Este hecho me tomó desprevenida porque, según yo recuerdo, mi tía Calina era católica pero en su casa tenía un altar en donde recibía a sus amistades para leerles la taza o el tarot. No sé si sentir pena o alegría ya que la familia sólo se reúne bajo estas circunstancias, es decir cuando alguien muere. Lo que me agrada y engrandece mi corazón es el cariño que nos profesamos, sin importar el tiempo que tengamos sin vernos

Por: Yini Rodríguez
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