Samantha es atrevida y ella no tiene miedo de experimentar cosas nuevas, las cuales la hacen sentir como una adolescente. Ella está súper emocionada porque en seis meses volverá a la Argentina a visitar a sus amigos. Sonríe al recordar cómo fue el primer encuentro en donde se plantó la semilla de lo que hoy día es una linda amistad. El azar quiso que se conocieran en un autobús. Ella viajaba sola como turista a un país que le había llamado la atención: Perú. De Cuzco iba a una excursión a Saqsaywaman. Esta experiencia le abrió los sentidos porque al andar sin compañía ella era dueña de su tiempo para deleitarse observando paisajes pintorescos, degustando comidas exquisitas y escuchando las historias y los relatos de esa región.
Al verlos en grupo ella sintió un poco de nostalgia puesto que no tenía a nadie con quien compartir sus experiencias. Ellos, en cambio, charlaban amenamente, sacaban fotografías y también tomaban mate. Sintió deseos de propiciar una conversación pero no tuvo el valor. Para muchas cosas era decidida, sin embargo, cuando se trata de interactuar con gente en ella surge cierta timidez. El trayecto fue corto. La distancia era como dos o tres km al noreste de la ciudad de Cuzco. Lo que ella vio fue impresionante. Las ruinas del sol o, fortaleza Inca, está construida con enormes rocas talladas y cada una está unida con una precisión increíble. Saqsaywaman, junto con Machu Picchu, es una de las mayores obras arquitectónicas Incas.
Ella tomaba cientos de imágenes del
paisaje y de los detalles que llamaban su atención. La tierra mojada, las
plantas, los colores, el viento y el sol creaban unos matices extraordinarios
que se perdían en las pupilas y en el olfato de ella; dejándole una sensación
de libertad. Aquel que viaja sólo aparece en pocas imágenes ya que mayormente
la persona necesita que sea alguien más que tome la fotografía. Una de las
chicas en el grupo se acercó a ella y le preguntó si deseaba que la
fotografiara. Ésta asintió con entusiasmo mientras le pasaba su cámara. En ese
momento, después de una lluvia instantánea, apareció un arco iris bellísimo.
Ella también se ofreció a tomarle fotos y allí comenzaron a platicar. De
regreso en el autobús, ella se unió al grupo y tomó mate.
— ¡Waoo,
no moriré ciega, y eso que todavía no he visto Machu Picchu! — exclamó emocionada a sus nuevos amigos.
Era un grupo de más de treinta
personas pero ella solamente se familiarizó con cuatro de la provincia de
Neuquén a 1200 kilómetros de Buenos Aires. Uno es doctor y la hija de éste, una
estudiante; la otra es enfermera, y la última tiene una tienda de ropa para
todas las edades. Ellos viven y trabajan en un pueblo llamado San Patricio del
Chañar, excepto la hija del doctor que vive en la Plata. Todos ellos son viajeros
y aficionados a la fotografía. Desafortunadamente el programa a Macchu Pichu se
canceló debido a un desastre natural. En esos días llovió mucho y hubo un
deslizamiento en donde tuvieron que evacuar a más de 500 personas y todas las
giras tuvieron que ser canceladas, por lo que cientos de personas tuvieron que
quedarse en Cuzco un día extra.
Debido a ese percance la chica en
movimiento pudo reencontrarse con los argentinos en la Plaza de Cuzco frente a
la Catedral. En ese encuentro ella les prometió visitarlos en su próximo viaje.
A ellos se sumó otro del grupo y ella fue testigo de cómo cupido flechó a dos
de ellos durante ese viaje. Los gestos y las miradas giraban alrededor de ambos,
quienes hablaban y se agarraban de las manos como un par de tórtolos en tierra
sagrada. El tiempo transcurrió y esta dama finalmente cumplía su promesa. Ahora
ella recodaba el día en que llegó a Buenos Aires. Viajó un mes de diciembre;
dos días antes de celebrarse la Navidad. Del aeropuerto se dirigió a la terminal de autobuses en donde tenía que agarrar un bus por más de quince horas hasta Neuquén en donde la estaría esperando su amigo. El encuentro fue muy emotivo y ella se sintió como en casa.
— ¡por favor, pellizquen mi piel para saber que no estoy soñando! — le comentaba Samantha a sus amigos en la casa del doctor mientras esperaba su turno para tomar mate.
De ese viaje ella atesora momentos
inolvidables; especialmente aquellos en donde compartió con los niños en el
campito y en la Chacra de su amigo. Las entretenidas conversaciones con cada
uno de ellos son inolvidables. La cena de Navidad y de fin de año fue sumamente
espectacular. Disfrutó un montón cuando visitó San Martín de los Andes y
también la noche que fue a la disco y cuando compartió con unos jóvenes. Esas imágenes
están grabadas en su mente para siempre. Samantha es como un libro abierto, sin
embargo, hay cosas que ella se reserva por prejuicios o estereotipos que se
forjan por ideologías falsas o simplemente por ignorancia hacia ciertos temas.
Resulta que ella ocultaba un secreto y no sintió la necesidad de decírselo a
sus amigos porque en ese pueblo ella no fumaría. Eso pensó pero, cuando vio el hijo
de su amigo, supo que eso ya no sería posible porque, según su pinta, dedujo
que él también fumaba. Volvemos con los prejuicios ya que sin ella darse cuenta
también hacia lo mismo: juzgar a las personas por su apariencia.
Anyway,
la cuestión es que ella encontró un escape cuando conoció a las ovejas negras
del pueblo. Bueno, esto fue lo que ella supuso por las historias que comenzó a
escuchar por boca de ellos y luego por parte de algunos padres de estos
jóvenes. Ella recuerda haber fumado cerca de un riachuelo. Después de la cena
de Navidad, fueron a Carilo disco, la cual queda al lado del Corralón Pity; a
dos cuadras del Secundario Cepem #31. Ahí volvió a fumar. La canción de moda
era mosa, un tema brasilero muy pegajoso y chulo de bailar. Esa noche llevaba
el pelo rizado. Un maquillaje sencillo y una mini falda. Su atuendo negro la hacía
lucir una silueta esbelta. Con movimientos precisos ella bailaba al ritmo de la
música. Se acercó al bar y pidió un fernet con coca cola. Los ojos azules del bartender la hechizaron. Durante toda la noche no quiso perderlo de vista. Cada movimiento iba dirigido a él. Esa noche no lo pudo borrar de su mente y hasta soñó con esa persona. Al otro día el hijo de su amigo la llevó a casa de unos amigos a compartir y a fumar. Ella se quedó atónita. El mesero de la noche anterior también se encontraba allí. Ella no pudo ocultar el rubor en sus mejillas. Lo achacó al jugo baggio con vodka que le sirvió uno de los chicos. Fumaron y conversaron a gusto. Quiso escuchar a que se dedicaba cada quien, aparte de estudiar. Todos eran jóvenes con menos de 23 años, incluyendo al bartender, quien por la poca edad podría ser su hijo. Por esta razón lo comenzó a ver con otros ojos y dejó de imaginar cosas atrevidas en la intimidad con él. Los chicos querían saber más de Samantha. Sentían intriga por su acento y su nacionalidad. Les contó de dónde venía y a qué se dedicaba. Le dijo que era oriunda de Republica Dominicana. Del sur: Bani. Pero, que desde la edad de trece años, radicaba en la ciudad de Nueva York. Ella les habló de sus sueños y también sobre sus proyectos. De igual manera, también se interesó en saber las cosas que cada uno anhelaba. Volvieron a fumar. Reían. Bebían. Y, de repente, ella comenzó a imaginar a estos jóvenes en Nueva York.
— ¡Se imaginan que, en vez de este pueblo, estemos en el Central Park en Nueva York; recorriendo aquellos lugares que solía recorrer John Lennon y fumar sentados en el pasto mientras escuchamos su música! — todo es posible le decía ella. — Pero, primero deben educarse si desean que sus sueños se conviertan en realidad — término diciéndole con convicción.
Samantha todavía sigue en contacto con
algunos de los chicos; primordialmente con el bartender, quien a partir de ese día comenzó a soñar con su visita
a la cuidad de los rascacielos. En su último texto le escribió lo siguiente:
"Te cuento que siempre estoy pensando en viajar a verte. Así como nos
decías que nosotros también podíamos, pues yo empecé a imaginarme en Nueva
York. Me imaginaba el lugar ese que me decías; también las luces de Times
Square y los edificios. Y vos como contabas todo eso fue algo muy raro al otro
día me levanté con una vibra muy positiva, con esperanzas y ganas de hacer todo
lo que pudiera y lo que no lo quiero hacer igual. Voy a esperar con ansias tu
regreso querida amiga movimientos".
Samantha también esperaba con ansias
regresar a San Patricio del Chañar a compartir con sus amigos y con aquellos
que en su primer viaje no tuvo la oportunidad de conocer. Otra vez ella
volvería a cumplir su promesa pero hay otras que toman más tiempo para llevarse
a cabo. Pensaba que, para estas fechas, ella regresaría a la argentina con su
libro en mano pero su historia todavía no estaba completa. Esta se va tejiendo
a medida que transcurre el tiempo. Mientras tanto, ella recuerda algunos episodios de su vida para así recodar a sus amigos y visualizar su próximo viaje. Sabe que no debe tener miedo de dar el próximo paso porque las dudas siempre estarán en el ser humano pero lo importante es no quedarse inerte. Cuando terminó la canción, ella dejó a un lado sus audífonos, y volvió a tomar el Llano en llamas de Juan Rulfo para leer el cuento "Es que somos muy pobres". Samantha no podía creer todas las cosas que imagino en sólo varios minutos.
Por: Yini Rodríguez
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*algo heavy “chulo”