lunes, 1 de marzo de 2021

Campamento Yagéosocofán

Tuvo que pasar un mes para salir de la inercia de la postergación en la que me encontraba. Resulta que, después de haber regresado de mis vacaciones, me desconecté del mundo casi por completo; a tal grado que no contestaba llamadas ni emails. Algo extraño de explicar, aunque reconozco que ya llevaba un tiempo en esa onda pero siento que ahora toqué fondo, pues la vaina se intensificó. 

Me sentía extenuada; en un estado de descuido y abandono total, con el trabajo y los compromisos que asumo. Sin embargo, hay otra parte de mí que no para de afanar; siempre limpiando y organizando mi apartamento. Cuando evado los compromisos, aflora la YiniCienta (así le llamo a la Yini que es obsesiva con la limpieza).  ¿Pero quién carajo me manda a meterme en tantas cosas si solamente tengo dos manos y un cerebro?, pienso muchas veces con deseos de abofetearme, pero contengo las ganas de maltratarme a mí misma.

Rememoro los primeros días de enero cuando regresé de Santo Domingo, súper emocionada, con los preparativos de mi viaje a Colombia, en donde participaría en un campamento en Putumayo, en la Maloca del taita Oso Cofán. La experiencia fue gratificante porque conocí gente muy cool. Ahí me sentí querida; comí rico y sano; dormí y leí mucho; y también disfruté de la música que tocaban los chicos y el intercambio de experiencias con los nuevos conocidos, especialmente con el grupo de paisanos dominicanos allí presentes. 

En la Maloca se respira paz ya que el paisaje y el ambiente natural te cautivan de una manera singular. Además, el trato del personal y entre todos los participantes era muy orgánico y la energía fluía de una manera especial. Nadie debatía ni argumentaba con el otro; era como si los participantes antes de llegar al campamento hubiesen dejado el ego bien guardadito en sus closets, ya que vibrábamos en la misma energía y las palabras cuando conversábamos, provenían del corazón, sin prejuicios ni sarcasmos. 

Durante los días de campamento, aparte de las cuatro ceremonias de yagé; también hicimos varios temazcales; un vomitivo; y una limpia con tallos y hojas de ortigas. Además, hicimos dos paseos, el primero fue a un río en donde prepararon una rica parrillada y algunos tomamos aguardiente y cervezas. ¡Cuántas risas y baile! Al parecer me salió la caribeña, porque al otro día, ya no me llamaban por mi nombre sino por un nuevo apodo “La licuadora”, por los movimientos de caderas que hice mientras bailaba la noche anterior. El segundo paseo, después de haber caminado un largo trecho bajo la lluvia, fue a una hermosa cascada, con unos exuberantes paisajes llenos de vegetación. 

Admito que soy una persona que sufre porque no solo siento mucho, sino que también pienso y sueño demasiado y en mi mente visualizo muchas cosas y es como si quisiera adelantar el tiempo para ver mis sueños hechos realidad, pero entiendo que hay que tener paciencia y disfrutar el proceso porque el futuro viene solito.

Pero en fin, para salir de la inercia en la cual me encontraba cuando volví de Colombia, le escribí a un gran amigo, que ya bauticé como mi padre adoptivo y sus consejos me han hecho reflexionar bastante y entender mi situación actual, para seguir sanando y buscar ayuda profesional: 

“Imaginé que algo te pasaba, pero no quise escribirte de nuevo, porque sé respetar los silencios de las personas que quiero. Por los síntomas que mencionas (bloqueo, llanto, tirones musculares, deseos de morir, etc.), sin ser psicólogo me parece que atraviesas un período de depresión. ...Creo que quizá te convendría dosificar tus proyectos, no meterte en demasiados compromisos a la vez, porque después no puedes realizarlos todos y eso frustra mucho. Lo primero es tu salud, física y mental, lo segundo es tu trabajo, que debes cuidar. Lo tercero es sacar tiempo para ti: descanso, entretenimiento, elegir bien a los amigos con los que quieres compartir. Lo cuarto es el alimento de la mente con lecturas y meditación. Después, si aún tienes tiempo, podrás ocuparte de algún proyecto social o cultural, uno a la vez, no muchos al mismo tiempo. Es decir, reorganizar tu vida siguiendo un plan, con disciplina.” 

Pues bien, lo dicho por mi amigo y consejero coincide con mi sentir acerca de que acceder a estados alterados de la mente, como lo hice con las ceremonias en Colombia, hace que una tenga una conexión directa con su ser supremo, en donde vemos y entendemos cosas, porque sí existen otras dimensiones y ahí podemos conectar con la fuente de energía y desde otra perspectiva comenzar a reprogramar nuestras mentes.  

Ahora bien, no solo por tener visiones y experiencias en estados alterados la vida de una persona se va a transformar, como por arte de magia. ¡Oh, no!  

Si queremos vivir equilibrados hay que ser constantes y eso se adquiere con la disciplina diaria; y en esa área es que estoy poniendo mi esfuerzo, para seguir las recomendaciones de mi padre adoptivo, a quien aprecio mucho y cuyas palabras me motivaron a escribir; y aquí también comparto un comentario que otro amigo me escribió: 

“Uno escribe como le sale. Trata de escribir aunque sea un párrafo diario. Luego retomas la forma. Tienes mucha fluidez, te lo digo siempre. A mí me hubiese gustado saber expresarme así. Lo bueno es que mediante a tus textos muchas personas se sienten identificadas. Tu siempre te renuevas y te transformas; buscas nuevas experiencias. En fin, tú eres una fuerte que sabes vivir bien tu vida. Vas a salir de ese bache y volverás a escribir mucho.” 

Estamos aquí para aprender y qué bueno es tener amigxs que se preocupan por uno y debemos escuchar a los amigxs cuando nos hablan desde el corazón.  

Volveré a enfocar la mirada en mí, para cuidar mi salud física y mental y volver a mi centro. Dejaré a un lado las amistades y las relaciones tóxicas, para no dispersar mi energía. Seguiré meditando y descansando, sin sentirme culpable. Y volveré a leer y a escribir todos los días, sin importar si está bien o mal. 

Mi amigo quería que le contara mi experiencia en Colombia y este fue el texto que me salió. Además, tenía pendiente escribir en el grupo de los participantes del campamento y este escrito también lo compartiré con ellos y en mi blog. El resto de la historia la podrán imaginar viendo las imágenes que aquí comparto de dicho campamento en la Maloca del taita Oso Cofán; una experiencia inolvidable que espero repetir pronto! 

-YARD

martes, 3 de noviembre de 2020

Mi hermano Radhamés

No sé quién alfabetizó a mi hermano pero a mí fue doña Purruca en su casita en la Caracas 56; justo al lado de la escuela Uruguay, a la cual ambos asistimos. Aunque nos mudamos varias veces, seguimos en la misma escuela porque el trayecto no era tan lejos. Recuerdo una vez que vivimos en Villa Duarte. Mi mamá le daba a mi hermano el dinero del pasaje para cruzar el puente pero el muy sabio pedía “bolas” para así quedarse con el menudo. Una vez me envió con alguien en una pasola y el venía detrás en una camioneta. Luego de regreso, cruzábamos el puente. A esa distancia me aterrorizaba mirar el rio Ozama, ya que una vez me iba a ahogar en un rio. Además, la altura también me asustaba. 

Antes de llegar a la casa nos parábamos en donde una señora,  que vendía Habichuelas con dulce en frente de su casa. Con el dinero que se ahorraba del pasaje, compraba dos vasitos; uno para él y el otro para mí. Yo no podía decirle a Tata nada de esto si no mi hermano me daba mis cocotazos; y éstos sí que dolían. Además, me encantaban esas habichuelitas. Mi hermano era bien maldadoso y siempre me asustaba. Aparte de la escuela Uruguay, también asistimos a la escuela La Argentina. Ahí también mi hermano se la lucia y cuando bajábamos la calle Luperón el me agarraba del brazo y corría conmigo a millón. Coño, que sustos me hacía pasar. Mi adrenalina se disparaba a todo lo que da. Sentía mucho miedo pero creo que en el fondo lo disfrutaba.

Dicen que uno no sabe lo que tiene sino hasta que lo pierde. Pienso que así mismo es porque después que perdí a mi hermano fue que vine a darme cuenta lo importante que él era para mí. Hacen 23 años que se suicidó mi hermano Radhamés. Cuando sucedió esa desgracia, mi hijo Esteban tenía seis meses de nacido. Mi hermano era loco con él como si fuese suyo. Estaba yo preparándole la leche a Esteban cuando sonó el teléfono. Era Tata pero por sus llantos no entendía lo que trataba de decirme. Después de varios segundos, que pareció una eternidad, ella balbuceando me dijo que Radhamés se había dado un tiro en la cabeza. La trágica noticia me dejó tan desconcertada que solo atiné a tocar la puerta de mi vecina Rosa para que cuidara a mi hijo. Llegué en un santiamén al edificio en donde vivía Tata. Aunque todo pasó tan rápido, ya la policía estaba ahí y tenían el edificio bloqueado con cintas amarillas alrededor. Prácticamente tuve que hacer un show para que me dejaran subir. Imaginaba a mi madre al punto de la locura. Mientras subía las escaleras, miles de pensamientos perturbaban mi mente. Sin embargo, ningún pensamiento fue tan fuerte como la triste realidad. 

Yo pensaba  que iba a encontrar a mi hermano mal herido; es decir en un estado crítico. Pero que va, él ya tenía varias horas de muerto. Esa mañana recibió Tata la entrega de unos muebles que había comprado para llevar a la Republica Dominicana; a la casa que construyó con la ayuda de mi hermano. Coño, me dio tanto dolor cuando vi el rostro de Tata. Envejeció 20 años en solo unos instantes. El apartamento lleno de detectives y todos interrogándola. Cuando entré a la habitación, mi pobre hermano yacia inerte en su cama. Una sábana cubría mitad de su cuerpo y en su mano derecha estaba el revolver con el cual se había disparado en la cien. ¿Ay manito porque te quitaste la vida? Esa pérdida ha sido la más grande en mi vida. Aparentemente, él se mató en horas de la madrugada. Tata se dio cuenta cuando lo fue a despertar para que ayudara a la gente de la mueblería a acomodar los muebles en la sala. 

Los gritos ahogados de Tata, al salir de la habitación, friquiaron a los hombres de la mueblería. Éstos salieron del apartamento a la jon del diablo; dejando a Tata sumergida en la penumbra. Pero, ella no estaba sola. Ahí estaba también mi hermanita Jasmali de solamente cuatro años. Que horrible debió ser para ella ver a su hermano muerto. Llorando ella me decía: “Papa Dios se llevó a manito y ahora él está en el cielo con los angelitos”. Ojala; pensaba yo. Aunque, dicen que el que se suicida no sube al cielo. Cuanta vaina inventa la gente, señores. Pero, cada loco con su tema.

Pues bien, la perdida de Radhamés afectó a mi madre bastante. Es como si ella también hubiese muerto con él. Pienso que tal vez sí ya que desde ese entonces a Tata le recetan un paquetón de pastillas para la depresión. Su vida se ha ido deteriorando y no por la vejez sino porque ha dejado de sonar y fijarse metas. 

Radhamés fue quien le doy a Tata diez mil dólares para que ella se comprara un rancho. La pobre, como no la asesoraron bien, compró una mejora en la Zona Oriental; detrás de Inviviendas. Es decir “en donde el diablo tiró las diez voces y nadie lo escuchó” porque está lejos con cojones. La distancia no sería un problema sino fuese porque se hacen esos fucking tapones en donde ninguno de los conductores respeta las señales de tránsito. Además,  hay mucha maldita basura en el área y un gentío por doquier. Tú te paras en un colmado y no te escuchan por la música tan alta. Varios tiqueres jugando quintintin. Un par de cuerillitos meniando las nalgas a medida que chupan y gritan “hoy se bebe”. Ay, coño la vida la ven como un constante carnaval y por eso cada día viven más atrasados pero “el que por su gusto muere que a gloria le sepa la muerte.”

Bueno, analizando la situación pienso que la casa de Tata, después de la muerte de mi hermano, se convirtió en la casa de los muertos. Pero, de los muertos en vida. Las amistades de Tata son la mayoría gente depresiva. No tienen espíritu porque sus almas la han arropado de amargura, pesimismo y dolor. Los mártires de la película. Lástima que Tata no puede ver en que hoyo se ha metido. Yo deseo sacarla de esa arena movediza para que el brillo vuelva a sus ojos verdes.

Texto escrito en noviembre 2013.

-YARD


miércoles, 13 de diciembre de 2017

Desde mi ventana


Pensándolo bien, en verdad se ha dado una de las cosas que soñaba a menudo: vivir entre artistas y escritores para, cuando en un futuro lejano escribiesen sobre ellos, figurar en esas páginas. Les cuento que imaginaba eso cuando en mis clases de literatura leía algún ensayo o biografía sobre Borges, Neruda, Vallejo, Cortázar, García-Márquez, me intrigaba todo aquello que refería el ambiente de cada uno, en sus distintas épocas, y también de la gente que los rodeaba y cómo cada cual tenía referencia de los otros, aunque no se conocieran entre sí. Ya estoy convencida de que cada uno teje su historia y cada hilván lo lleva por distintos senderos. Al final, todos convergen.

Frente a la ventana de mi habitación, con vistas al Tracy Tower, fumo un cigarrillo, con mi querido amigo y mentor, Nobel Alfonso; él, al escuchar mis peroratas, dice: “Cuidado con el ego; no dejes que éste se salga de control”. Jamás, me apuro en contestar. Pero en el fondo, sé que él tiene la razón. Estoy más que convencida de que, con o sin noción, la mar de las veces hacemos cosas para alimentar el ego.

Hay que vivir una vida consciente para estar atento y hacer cambios o ajustes, para encontrar balance. Cuando comencé a escribir estas palabras, tenía planeado referir mi encuentro con Nobel durante su reciente visita. Vino a Nueva York para el nacimiento de su nieto Zahi Iam (hijo de su primogénita Ioana Alfonso). Es fascinante ver cómo Nobel escribe cartas para que su quinto nieto las abra en años previamente determinados por él.
Nobel insiste en que debo escribir y dejarme de estar haciendo pajas mentales, como diría mi gran amigo el historiador Ramón Espínola. Últimamente casi no escribo, aunque sí leo mucho. ¡Amo la lectura! Sin embargo, en medio de tanto afán, es poco el tiempo para leer. Mas, sí visualizo, en seis años aproximadamente, dándole un cambio a mi vida, porque es algo que vengo proyectando desde hace un tiempo atrás, tengo planeado escribir sin trabas.

El punto es que, para sentir que estoy cuerda ―aunque en el fondo sé que no lo estoy― necesito ver realizadas las cosas que proyecto; de lo contrario, sólo existen en mi mente. Sí aun ando por aquí, para esas fechas, celebraré mis cincuenta años en Casa de Campo, con 50 amigos; los más queridos y cercanos…

Anyway, volviendo al tema de la escritura, me cuenta Nobel lo disciplinado que era René Del Risco Bermúdez y cómo éste tenía un día específico de la semana, en donde cerraba la puerta de su despacho, para escribir a sus anchas, sin que nadie lo jodiera. También me contó del trágico accidente donde René perdió la vida. (Waooo, muy triste! Me hubiese gustado conocerlo, por todas las cosas que cuenta Nobel, especialmente de lo mucho que aprendió con él. Ahora siento curiosidad por leer su clásico “Ahora que vuelvo, Ton”, para así conocer al autor y a quien fuese amigo de mi amigo). Gracias a Nobel, también conozco al destacado escritor dominicano radicado en Estados Unidos, a quien ahora llamo primo y lo quiero como tal: René Rodríguez Soriano. Cada vez que me pierdo, me da una reprimenda, “pero prima, depoldió”, pero no importa el tiempo que duremos sin conversar, el cariño es siempre el mismo o más. 

Precisamente hoy conversamos y dijo que le diera un fuerte abrazo a nuestro amigo Eduardo Lantigua cuando lo vaya a visitar. Un pensamiento pasa fugaz, en este mismo instante, por mi mente y lo tengo que escribir: “Coño Yini, tú tienes varios libros de Lantigua, qué carajo espera para leer sus obras”, y al pensar en esto se me encoge el corazón porque la salud de Eduardo últimamente ha desmejorado bastante. ¡Dios lo cuide y le dé larga vida! Muchas personas tocan nuestras vidas, sin que ellos se den cuenta, y en esta tómbola estamos todos conectados, ya sea por una razón u otra. 

Tengo amigos de todas partes y ya no pienso si son artistas, escritores, drogadictos, vagos o si son unos sinvergüenzas. Total, ¿qué es ser artista o escritor? Al final del día, no importan las etiquetas, sino más bien el calor humano y la buena energía que se reciba de la gente que genuinamente aprecia a uno, y de esas experiencias surgen historias que se escriben con el corazón y también con el alma. No importa si éstas trascienden o no; lo valioso es escribir, sin pretensiones y ¡sólo el tiempo dirá! 

Por: Yini Rodríguez
Todos los derechos reservados

lunes, 13 de marzo de 2017

Un trato político

La última vez que nos vimos comentó que estaba al tanto de mi crecimiento profesional y de todos mis proyectos culturales. Quedé impresionada porque él tiene un cargo político muy importante. No pensé que alguien a ese nivel se detuviera a mirar los posting en fb, menos los míos. Lo conocí hace 15 años en un juego de baloncesto en Hostos Community College, de donde soy ex-alumna. Era una beneficencia para una causa noble. ¡Qué varonil y cuánto carisma! Yo suspiraba y observaba a ese machazo, mientras él se desplazaba de un lado a otro. 

Siempre me ha gustado cooperar. Si bien, desde que comencé a estudiar, me fui involucrando en diferentes ámbitos, con el propósito estratégico de conocer la cultura de esta ciudad, en especial la del bello Bronx. Soy una persona calculadora pero de buena fe. Siempre lo he sido, incluso en el pasado cuando no me comportaba con rectitud. Pues bien, en Hostos conozco a ese hombre, cuya presencia aún me pone nerviosa y hace que revoloteen las mariposas en mi estómago. Él lo sabe. En esa época, era una chica sin escrúpulos. Él es un hombre casado y aun así me le insinué. La segunda vez que lo vi fue en una gala. Cuando pude hablarle, fue para invitarlo al after party. Qué estúpida soy, pensé. Sin embargo, ya era tarde para retractarme. Estaba que me derretía al verlo frente a mí, con esa sonrisa sexy y mirada penetrante. Ese hombre lucía hermoso, con un suit azul oscuro hecho a su medida y una fragancia riquísima. Me perdí en su aroma, que llegaba a mí como una limosna. Como era de esperar, no aceptó la invitación.

Qué hombre más recto y fiel a su esposa quedé pensando yo con admiración y vergüenza por mi comportamiento tan depravado, después de unos tragos. Tras ese encuentro, dejé de pensar en él. Un día, dejándome llevar por mis impulsos, llamé a su oficina y, para mi suerte, la secretaria le pasó la llamada. Le dije que me interesaba hacer servicio comunitario. Con mucha diplomacia dijo que no era prudente, ya que sabía de mis intenciones hacia él, y trabajar en su oficina iba a ser una tentación porque él era un hombre. ¡Qué metida de pata! Jamás lo volví a molestar pero siempre soñaba con él. El deseo se fue desvaneciendo con el tiempo. Durante mucho tiempo imaginé que iba a verlo a su oficina para hablarle de un proyecto comunitario y que antes de irme me acercaba a su escritorio, me sentaba en sus piernas, y lo besaba intensamente. ¡Qué tortura pensar en esos labios que nunca serían míos! 

Siento un poco de vergüenza al hablar de estas cosas pero por qué tapar mi conducta del pasado si lo importante es que ya me he reivindicado y ahora soy una persona transparente. Antes vivía sin valores. Por eso no me gusta escribir porque cuando lo hago se me va la lengua y escupo hasta la hiel. Escribir es una manera de auto analizarme y ver cómo he ido transformando mi vida para bien. En mi pasado hay muchas historias que si alguien las lee pensaría que son mentiras. Un eslabón lleva al otro y así estamos todos conectados de una manera u otra y hay que saber cómo comportarse. Estas cosas las he ido aprendido con los años.

Jamás revelaré su nombre. Y quién sabe si este texto no pasa a ser más que una historia inventada para desahogar una frustración como le ha sucedido a muchas de nosotras. 


Por: Yini Rodríguez
Todos los derechos reservados 

viernes, 13 de enero de 2017

Luna llena; un viernes 13 de enero

Pitos. Sombreros. Confeti. Algarabía. Fuegos artificiales. Y muchas felicitaciones para celebrar el nuevo año. Cuántas expectativas para ese día! Imaginé mi figura en un vestido azul, que llora en mi closet porque todavía no le he hecho el honor de estrenarlo; el pelo lacio, y un maquillaje a la perfección. Incluso, hasta me visualice bailando con algunos tragos en la cabeza. Quería que el fin de año fuera memorable. Y lo fue pero no como lo había imaginado. Mis tripas eran quienes estaban de fiesta y gracias a ellas el año nuevo me agarró pegada al toilet. Cólicos. Erupción en la piel. Y un cansancio inexplicable. Opté por quedarme en casa. Desconectada de las redes sociales.

No sé que pasa conmigo. Tengo muchísimas amistades y a muy pocas felicité esa noche. No es depresión pero últimamente me cuesta contestar mis emails, hablar por teléfono, postear algo en Instagram o Facebook. Sin embargo, con frecuencia entro a FB a chequear lo que sucede allá afuera. La noche de año nuevo, por ejemplo, vi imágenes de mi comadre en compañía de sus hermanas y también a mi amiga con el coro de primas. Reían. Bailaban. Selfies en todas las poses. Desee haber estado rumbeando con ellas pero recordé que ya no quiero ser esa "party animal" como dice mi amiga. Siento un cambio en mi vida. Estoy haciendo cosas que comencé a proyectar algunos años atrás. No son resoluciones de principio de año. Al contrario, estoy harta de las resoluciones porque es puro cuento que una se cree de incauta. Aunque sí se puede cuando hay determinación. En mi hay una introspección y una relación muy especial con mi cuerpo. No de manera erótica, aunque eso nunca falta, sino más bien de relajamiento y un estado meditativo.


Este viernes, 13 de enero auguro que en este año 2017 florecerán algunas semillas que he ido sembrando, para beneficio de la sociedad y así fortalecer nuestra cultura. No importa que me ausente; sé que están ahí y no van a ningún lado. Lo queramos o no ya formamos parte de este conglomerado y, de una manera u otra, estamos conectados. Qué voy construyendo? Construyo mi vida, entre recuerdos de melancolía y un futuro incierto lleno de fantasías. Y un presente que me llena de alegría porque estoy trabajando en mis sueños. Busco mi verdadero rumbo. Sin brújula, sin drogas, ni medicinas. Un cambio suave y sin hacer ruido, en donde mi ideología, crece día a a día. Un movimiento cultural, en el cual los artistas exhiben su arte para inspirar a niños y niñas, que carecen de educación y mentoría. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

La Cenicienta

En el 2013 le vendí mi cartera Louis Vuitton a mi mejor amiga, para que así ella se descontara la deuda pendiente de nuestro primer viaje a Europa, en cuya ocasión visitamos 8 países y 23 ciudades. ¡Qué buena idea venderle la cartera y el monedero por 1000 dólares! En la navidad del 2009 gasté alrededor de 2,350, con los impuestos. Admito que era una persona presumida pero, más que presumida, yo diría que ignorante. Muchas veces, las personas de pocos recursos prefieren tener las cuentas atrasadas y andar con artículos costosos para echarle vaina al otro. Por suerte, ese ya no es mi caso, al contrario, siento que he ido de un extremo a otro y ahora hasta compro ropa usada en los Good Will/thrift shops. Sin embargo, siempre he dicho que no son buenos los extremos y tal vez ya sea hora de buscar un equilibrio.

¿Has pensado alguna vez si te gustaría ser un personaje de los cuentos de hadas? ¿Cuál sería el tuyo y por qué? A mí me hubiese gustado ser Blanca Nieves; en cambio, me ha tocado personificar a Cenicienta, no en un cuento, sino más bien literalmente. Cada año a octubre lo cubre un colorido follaje y a partir de este mes se llevan a cabo muchísimas actividades, en las cuales hay que vestirse de gala. No soy avara pero en la actualidad me niego a gastar cientos de dólares comprando vestidos que solamente me pondré en una sola ocasión. Antes era una compradora impulsiva, por lo que gastaba mucha plata comprando ropa, carteras y accesorios de diseñadores, que sólo por la marca, te quitan un ojo y la mitad del otro. Decidí que mi dinero lo invertiría en viajes y poco a poco fui dejando de comprar cosas caras. 

Puesto que ya no invierto en mi vestimenta, en mi armario nada más tengo viejos vestidos, y aquí entra el personaje de la Cenicienta. En esta ocasión, mi principal interés era asistir a la cena de gala, que celebra la fundación Lehman College anualmente, para recaudar fondos para becas universitarias. Pues bien, les comento que perdí la vergüenza y opté por acudir a mis amigas para que éstas actuaran como hadas madrinas. Mis problemas no se resolvieron a través de una varita mágica, sino por la generosidad de mis amigas, quienes contribuyeron a que yo me convirtiera en una maravillosa dama; vestida con hermosos trajes de piedras preciosas. Gustosamente ellas me prestaron vestidos, pañuelos, accesorios y carteras, porque ya había gastado alrededor de 350 dólares en boletas, y no estaba dispuesta a gastar un centavo más en trapos. 

Alguien recomendó que fuera a Macys a comprar varios trajes y que los usara con la etiqueta y que después los fuera a devolver. ¡Qué desfachatez la de algunas personas! Anyway, cada loco con su tema. En lo que a mí concierne, un día antes de la aclamada cena, ya estaba listo el vestuario. Mi jefa me prestó el vestido, los aretes, y el chal que va sobre los hombros. El bolso de mano lo facilitó mi supervisora y, la noche de la cena, mi amiga y colega, maquilló mi rostro y arregló mi pelo. Tres copas de Sauvignon Blanc calmaron mis nervios y comencé a disfrutar todo el espectáculo. Es como si en mi mente hubiese creado otra realidad, en donde hasta llegué a imaginar que era una princesa, en brazos del príncipe, bailando una dulce melodía.

Una lluvia brutal azota con rabia el pavimento. Un coat largo Oscar de la Renta cubre mi vestuario y con paraguas en mano me dirijo al salón de recepción del Jardín Botánico en el Bronx. A media luz, música instrumental, mesas altas, rostros alegres, sonrisas hipócritas, gente cuchichea aquí y allá, meseros se desplazan sirviendo bocadillos en una bandeja; yo, con la frente altiva, camino hacia el bar a buscar un trago. Ordeno un Cosmpolitan; observo para todos los lados; chequeo mi apariencia y siento que soy otra. Un hombre se acerca y pide un trago; me observa de arriba abajo y comenta que qué bello es mi traje. Me sorprende el comentario de ese pelón, puesto que jamás saluda a nadie, que tenga un título por debajo de él. Tal vez los tragos distorsionaron sus neuronas.

Vuelvo a imaginar que soy la Cenicienta y que dentro de poco llegará la medianoche y toda la ropa prestada desaparecerá y regresaré a mi casa solamente con los panties y mis tacones altos. 

Por: Yini Rodríguez 
Todos los derechos reservados

lunes, 10 de octubre de 2016

El mundo en que vivimos

Paredes cuarteadas 
división de clases que van
del pobretón al burgués
arrogante, el artista baila
en una cuerda floja 
consigue el estrellato

si es de su mismo entorno 
la gente lo resiente 
y lo vanagloria cuando
lo ve inalcanzable

Filtración y moho
escorias que  
cada cuatro años
con discursos baratos
se renuevan

luz y sonido
a mansalva secuestrados
todo es sombra
y silencio en la cueva.

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Gotas en medio de las dos. Las evadimos sutilmente. Tú, dándome la espalda con tu suéter encaramado hasta los hombros. Yo, rascando tu espalda. El cepillo se mueve perpendicularmente provocando en ti una sensación que describes como «¡una vaina jevi!». Imágenes que llevaremos hasta la tumba...

Te veo feliz cosechando tus frutos. Orgullosa sirves la cena: plátanos, guineítos y yuca, sacados de tu siembra. Acompañados con salami y cebolla frita, que compraste en un colmado, a la intemperie. No hay luz, nevera ni televisión. Con la lámpara alumbras el cuartito. Arreglas la cama y pones el mosquitero.

Mateo sopla con una fuerza vigorosa, mientras una lluvia incesante inunda pueblos y ciudades del tercer mundo. Disfruto las gotas que golpean el techo de zinc, de tu casita de madera. A la misma vez siento un gran miedo de que ésta vuele en mil pedazos. Me acuerdo de David y me acurruco temblando en la cama. Me espanto al ver una tarántula. Quiero concentrarme en la lectura pero las voces de gente chismeando distraen mi atención. Es mi madre, su coro de amigos. Yo soy chismosa sólo cuando escribo para contar vivencias.

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Salomé, poeta nacional y gran humanista, tus poemas patrióticos hacen eco en mi conciencia. También están tus poemas de mujer apasionada, sufrida y traicionada; esos sacuden mis emociones empañando mi alma. Que mi nombre aparezca en el programa de la XIX Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2016 me llena de orgullo porque ha sido dedicada a ti, a quien tanto admiro.

¿Cómo llegué ahí? Por una cuña como sucede en muchos casos. Supongo que en la feria había otros colados igual que yo. ¿Cuáles son los criterios para que a un escritor lo inviten a participar y a otros no? Eso lo comentó una amiga, y ahora lo cuestionó yo, simplemente por curiosidad. 

Mi piel se ruboriza cuando me llaman poeta. No sé adornar la rabia, el dolor, la frustración, la fantasía o el delirio. Quisiera usar palabras que provoquen imágenes o sentimientos en otros lectores, en donde la idea no es decir sino sugerir tal como decía José Asunción Silva. Yo no soy poeta, aunque sí es cierto que sufro, igual o más que ellos. Hace más de tres lustros soñaba con ser escritora. Hoy sueño otras cosas para calmar el fuego que devora mi pecho y me empuja a ir por más. Pienso en Salomé, la mujer tísica, tendida en su cama, sin embargo, tuvo valentía y coraje para enaltecer su patria, no sólo con palabras poéticas, sino también con hechos. Ella luchó hasta el último día de su muerte, forjando hombres de bien.

En este viaje a Santo Domingo, en donde participé en el programa de la XIX FILRD2016, quería crear hermosas experiencias. Antes de estar ahí ya me imaginaba caminando por la Plaza de la Cultura; comprando libros y visitando pabellones a ver a algunos conferencistas y escritores que llamaron mi atención cuando vi sus nombres en el programa. No hice ninguna de esas cosas. El tiempo se esfumó y así mismo se desvaneció mi interés. Tal vez en el fondo la inseguridad de sentirme extraña en un ambiente al cual no pertenezco. ¿En dónde encajo yo? A esa pregunta trato de encontrarle una repuesta, siempre en vano.

Antes de la primera actividad, fui a cenar a Maniquí, una suculenta Ensalada César con pollo y dos pequeñas Presidente Black, vestiditas de novia. En el camino encontré a mi amigo Ramón Saba, y nos dimos un efusivo abrazo. En mi presentación, la lectura fluyó porque yo estaba relajada. Sin poses ni pretensiones. Hubo un diálogo interesante con algunos jóvenes, especialmente con Andri Alba, una joven enamorada de la poesía y a quien tengo de amiga en FB hace ya un tiempo. Regalé mi libro. Ojala que lo lean y se animen a escribir porque la escritura no tiene ciencia. Además, cuando uno escribe, aliviana las penas del alma. 

No sé decir si la segunda actividad fue más gratificante, pero ahí pude compartir con personas que ya forman parte de mi universo, entre ellos mi gran amigo Juan Freddy Armando (Gracias por presentar mi libro), Susana Silfa, Marivell Contreras, Franklin Gutiérrez, Carlos Nina Gómez, y mi amigo incondicional Nobel Alfonso, un maestro que aprendió de otros maestros, como es el caso de él con René del Risco y Bermúdez. Es como si hubiese un hilo conductor que va hilvanando muchas historias en un conglomerado asfixiante y desordenado. Lástima que no pude coincidir con dos nuevos amigos, a los cuales no conozco en persona pero ya los aprecio: Francisco Suero y Rafael Román Feliz. 

Para mí es importante darle cariño a los míos. Por eso siempre saco un espacio para visitar a mi tía Flor, en cuya casa comí bofe, masa de cangrejo y tostones (¡diosito, qué rico es comer!). También compartí con grandes amigos en diferentes momentos. Saboreé un rico desayuno y un suculento almuerzo en casa de Nobel Alfonso y su esposa Sandra Pons (que preparó Silvia); tomé una copa de vino Malbec en la Casa-Museo de Freddie Cabral y su compañera Elena; un buen mofongo con carnita de cerdo en Adrian Tropical en compañía de Rafael Johnson y su esposa Rina. Conversaciones enriquecedoras de viajes, proyectos, sucesos y muchos otros temas. 

Fui al Blue Mall a reunirme con mi nuevo amigo el Dr. Daniel Beltré López en el café SBG. Cierro mis ojos y saboreo el sumo de piña y menta que tomé en ese lugar. Sostuvimos varias conversaciones y con cada tema mi cerebro se iluminaba. Imaginaba los proyectos que pienso llevar a cabo. Un sólo paso a la vez pero que, con el transcurrir del tiempo, se note la diferencia. Es como plantar un árbol y rociarlo por muchos años hasta verlo crecer frondoso y saludable.  

Otro encuentro muy chulo fue el que sostuve con mis amigas Martha Isabel Rivera-Garrido y Cosette Bonnelly, directora del Nuevo Diario. Entre vino, cigarrillos, hamburguesas y yuca mash, leímos dos poemas; uno de Neruda y el otro de García Lorca: “El tango del viudo” y “Odas a Walt Whitman”. Me fascina escuchar a Martha leer poemas. A ella le gustó como yo leo y eso me hizo sentir bien porque somos down to earth para apreciar las cualidades que tienen los demás. Reímos a carcajadas y también lloramos internamente, a todo pulmón. Al despedirnos quedamos con la esperanza de que haya otra ocasión para darnos un abrazo cálido y fraternal, como hacemos cada vez que nos vemos. 

Por último, y lo más importante, fue que compartí con mi madre y mi abuela. Mujeres duras como el roble, que luchan y afanan constantemente. Ahora están nuevamente disfrutando la vida del campo como cuando eran muchachitas. Con ellas aprendo que en realidad no hay que ser el más rico ni el más educado para llevar una vida cómoda en donde cuidemos la naturaleza y nos alimentemos de sus frutos. 

Volví a pensar en Salomé cuando pasé por el Instituto de Señoritas, en la Zona Colonial. Esta vez sentí algo muy especial. Imaginé su energía penetrando mis poros hasta llegar directo al corazón como un disparo bien intencionado. Me hubiese encantado vivir en su época y frecuentar los mismos espacios que ella recorrió.

En el Nombre de Salomé, como el título de la novela de Julia Alvarez, juro poner empeño para lograr mis objetivos con tal de apoyar y abogar por aquellos menos favorecidos pero con fervientes deseos de superación. Cuando se proveen las herramientas, el ser humano crece espiritualmente como ha sido mi caso. Yo rehúso a ser una víctima de las circunstancias porque a pesar de las preocupaciones constantes soy una mujer que desafía el miedo, siempre en comunión con el universo y viviendo con extrema humildad. 

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La muerte aparece constantemente y uno queda aturdido pensando, ¿quién será el próximo? Esta vez fue mi tía Calina Mateo de Reyes. Cuando mi papá se enteró de la noticia, lamentó muchísimo su muerte y dijo con tristeza: «Tanta leche que compró mi tía para ti cuando eras una niña». Aun así se olvidó de ella, como hicieron otros miembros de la familia, incluyéndome a mí. Siempre la recordaré, al igual que a mi tía Eduviges y mi bisabuela Martina, quienes ya hace tiempo pasaron a mejor vida... En mis numerosos viajes nunca busqué la manera de compartir con ella y esa es una espina que permanecerá clavada en mi alma.

Qué lindo culto se llevó a cabo en su nombre el domingo dos de octubre de este año. Este hecho me tomó desprevenida porque, según yo recuerdo, mi tía Calina era católica pero en su casa tenía un altar en donde recibía a sus amistades para leerles la taza o el tarot. No sé si sentir pena o alegría ya que la familia sólo se reúne bajo estas circunstancias, es decir cuando alguien muere. Lo que me agrada y engrandece mi corazón es el cariño que nos profesamos, sin importar el tiempo que tengamos sin vernos

Por: Yini Rodríguez
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